martes, 28 de mayo de 2013

El final del viaje

La suave brisa del mar en calma,
rozaba el pelo enmarañado de su barba,
lamía la desnudez de su cabeza afeitada,
pero no era suficiente para el ánimo levantar,
no para él, no al viejo capitán.

Treinta años en el oficio,
siempre en la mente un objetivo,
buenos y malos momentos pasaron
y en el pasado quedaron,
con la ayuda del viento
en la persecución,
la espada, la pistola y el cañón
en la captura de la enemiga embarcación.

En la vida del pirata, una cosa no puede faltar,
y es que la motivación es esencial,
quien pierde por el trabajo la pasión
suele terminar ensartado sin compasión,
y cuando eres el capitán,
la cuchillada de cualquier mano puede llegar.

Ni siquiera la propia responsabilidad,
con su barco y tripulación,
antaño, de sus bajos momentos, motor
es suficiente para este momento superar.

Ya no hay sonrisas en su boca,
ni cuando al capitán enemigo logra matar,
no queda luz en sus ojos,
la luna en ellos dejó de brillar,
no quedan motivos para levantarse
las noches son solitarias vigilias,
sólo acompañadas por el dolor
y el sabor dulzón del barato ron.

En este estado se encuentra el capitán,
mientras mira la bandera pirata en el mástil
ondear,
comienza andar colocándose el sombrero,
nadie le habla, nadie le mira
hasta que alcanza la proa y da la vuelta,
se fijan en él todas las miradas,
duras, crueles, asesinas
pero para él queridas,
sin más desenvaina su espada,
y sin dudar se atraviesa de punta a punta
como a muchos enemigos hizo en vida,
se deja caer hacia atrás,
para poder reposar en paz,
junto a su único amor de verdad,
la mar.